De esas cenizas, fénix nuevo espera;

Mas con tus labios quedn vergonzosos
(que no compiten flores a rubíes)
y pálidos, después, de temerosos.

Y cuando con relámpagos te ríes,
de púrpura, cobardes, si ambiciosos,
marchitan sus blasones carmesíes.


Francisco de Quevedo


sábado, 16 de octubre de 2010

Vale.

El futuro de la esperanza es la fe; el pasado de la fe, la esperanza. A mí me arrebataron ambos. Y estoy aquí, sentado como en un trono, sintiéndome superior al mundo. ¿Cuál es mi realidad? No. ¿Soy la mujer que intenta identificar en mí a algioen conocido? No existo, sólo sobrevivo: parasito recuerdos, devoro risas queriendo creer que son mías. ¿A quién le importa? Creí en un "dios" y se apagó su estrella. ¿Al niño que mira mis palabras sin poder comprenderlas? Creí en la naturaleza, y la descubrí ultrajada. ¿Quién escucha cantar su agonía a los bosques? Crei en la ciencia, y me reveló los horrores que el hombre encierra. ¿Quién conoce el hombro de un hermano? Soy un esqueleto vivo, un animado muerto. ¿Quién perdona; quién olvida? Creí luego en mí mismo, y me descubrí fragmentado. ¿Quién conoce el amor; ese "tu Nombre por encima de los nombres; tu Nombre que se eleva al infinito"? Creí, por último, en el amor, sólo para verlo violado en cada lugar de la tierra. ¿Quién podrá entender este vacío?
...
Perdóname, madre. Y que los dioses no nos olviden. Vale.

Otro de ocios

"En el claustro del alma me es horror el día; la compañía [es] sedición y guerra" dícenos Quevedo, si no fielmente citado, sí, con presición, describiendo mi existencia. ¿Cuánto tiempo llevará sanar? ¿Cuántas veces más, cuántas veces más me agacharé, buscando mis pedazos, me inclinaré a recogerlos para volverlos a arrojar al suelo?

Dicen los latinos que el mejor remedio para lo que se pierde es el olvido, pero, si tú eres mi olvido -de mí me olvidé por tí, y olvidé todo por estar contigo- ¿Qué alivio puede, entonces, el recordarte darme? No me atrevo ya a levantar los ojos; vencido estoy de mí -de nosotros, mejor dicho- y estigmatizadas, por tus manos, mis manos quedan. Estoy crucificado en tu piel, clavado con recuerdos al borde de la locura. Llevo por corona no espinas, sino el olvido que me trepana hasta los sesos...