Conocí a Góngora a través de la carrera y, aunque no me agrada mucho su corriente, este soneto, en particular, me parece muy bien logrado; sobre todo el último terceto.
A la brevedad engañosa de la vida
Luis de Góngora y Argote
Menos solicitó veloz saeta
destinada señal, que mordió aguda;
agonal carro por la arena muda
no coronó con más silencio meta,
que presurosa corre, que secreta,
a su fin nuestra edad. A quien lo duda,
fiera que sea de razón desnuda,
cada Sol repetido es un cometa.
¿Confiésalo Cartago, y tú lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías
en seguir sombras y abrazar engaños.
Mal te perdonarán a ti las horas:
las horas que limando están los días,
los días que royendo están los años.
De esas cenizas, fénix nuevo espera;
Mas con tus labios quedn vergonzosos
(que no compiten flores a rubíes)
y pálidos, después, de temerosos.
Y cuando con relámpagos te ríes,
de púrpura, cobardes, si ambiciosos,
marchitan sus blasones carmesíes.
Francisco de Quevedo
(que no compiten flores a rubíes)
y pálidos, después, de temerosos.
Y cuando con relámpagos te ríes,
de púrpura, cobardes, si ambiciosos,
marchitan sus blasones carmesíes.
Francisco de Quevedo
domingo, 25 de octubre de 2009
A la calavera de una mujer
Siguiendo en la línea de los barrocos, dejo un poema de Lope de Vega. Como con todos ellos, lleva el Carpe diem impreso. Éste inspiró, de cierta forma, el mío, Crucifixio.
Esta cabeza, cuando viva, tuvo
sobre la arquitectura de estos huesos
carne y cabellos, por quien fueron presos
los ojos que mirándola detuvo.
Aquí la rosa de la boca estuvo,
marchita ya con tan helados besos;
aquí los ojos, de esmeralda impresos,
color que tantas almas entretuvo;
aquí la estimativa, en quien tenía
el principio de todo movimiento;
aquí de las potencias la armonía.
¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!
¿En donde tanta presunción vivía
desprecian los gusanos aposento?
viernes, 9 de octubre de 2009
La vida es Sueño
Después del descubrimiento de América y de las sucesivas conquistas, España se volvió el imperio más extenso y poderoso de la tierra. Sin embargo, parte por ambición desmedida de los monarcas, deudas contraídas con naciones extranjeras para financiar tanto las campañas de cruzada como los lujos que los monarcas creían podían darse. Poco a poco el dinero —como lo plantea Quevedo— se fuga de las arcas españolas; así, el Imperio se desangra y, así, conforme se va perdiendo la fe que el Renacimiento trajera consigo y las fronteras se cerraran gracias a la Contrarreforma, pierde poco a poco el esplendor. Lo que quedó en los anales de la historia literaria —esa época de decadencia, desengaño, sátira y ostentación de belleza en el lenguaje— es lo que se conoce como Barroco, corriente que, si bien se dio en toda la Europa renacentista, en ningún otro lado operó como en la Península, donde se estancó durante siglo y medio, que produjo lo que se llegó a llamar los Siglos de Oro. A este periodo corresponden muchas de las obras cumbres de la literatura mundial en lengua española, como son el Quijote, los poemas gongorinos Fábula de Polifemo y Galatea y Soledades, el humor ácido de los conceptistas, la era de los sonetos, del polvo enamorado y, en el caso que nos concierne, antecedido por Lope de Vega, tenemos a Calderón de la Barca; su obra máxima, La vida es sueño, que, si bien no entra en ninguno de los géneros aristotélicos, sí hereda la tradición española de esos momentos: la mezcla de formas. A grandes rasgos, es la lucha de Segsimundo, que se debate entre la predestinación y el libre albedrío.
Segusmundo, cierre del Acto II
Sueña el rey que es rey, y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando; y este aplauso, que recibe prestado, en el viento escribe y en ceniza le convierte la muerte. ¡Desdicha fuerte que hay quien intente reinar, viendo que ha de despertar en el sueño de la muerte! Sueña el rico en su rigueza; que más cuidados le ofrece; sueña el pobre que padece su miseria y su pobreza; sueña el que a medrar empieza; sueña el que afana y pretende; sueña el que agravia y ofende y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende. Yo sueño que estoy aquí de estas prisiones cargado, y soñé que en otro estado más lisonjero me ví. ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción y el mayor bien es pequeño, que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
Estrella, mitad del Acto III
El sol se turba y se embaraza el viento: cada piedra un pirámide levanta y cada flor construye un monumento; cada edificio es un sepulcro altivo; cada soldado un esqueleto vivo.
Sueña el rey que es rey, y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando; y este aplauso, que recibe prestado, en el viento escribe y en ceniza le convierte la muerte. ¡Desdicha fuerte que hay quien intente reinar, viendo que ha de despertar en el sueño de la muerte! Sueña el rico en su rigueza; que más cuidados le ofrece; sueña el pobre que padece su miseria y su pobreza; sueña el que a medrar empieza; sueña el que afana y pretende; sueña el que agravia y ofende y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende. Yo sueño que estoy aquí de estas prisiones cargado, y soñé que en otro estado más lisonjero me ví. ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción y el mayor bien es pequeño, que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
Estrella, mitad del Acto III
El sol se turba y se embaraza el viento: cada piedra un pirámide levanta y cada flor construye un monumento; cada edificio es un sepulcro altivo; cada soldado un esqueleto vivo.
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