ẹja, el
poder de la selva
Análisis de la Percepción de los Trolls en el
Continente de Úrim
Licenciado en Literatura, Lengua y Letras
Sergio de Medina y Marte
Tercera Sesión de la Academia, Toledo
Los Trolls son,
sin duda, una de las razas más exitosas de Úrim. Su poderío no se limita sólo a
lo físico, sino que también poseen tesoros intelectuales que no han sido
debidamente explotados. El análisis a fondo de la postura de Úrim respecto a
Thule permitirá identificar el racismo subyacente en las islas que forman el
continente mayor, y cómo estas ideas arcaicas están frenando el conocimiento
milenario de una raza que no se ha dejado dominar por nuestra cosmovisión.
Palabras clave: Trolls, Academia, Cuarta
Era, Enyai-Narok, Racismo.
Introducción
La Academia Toledana se ha
cerrado a la información que llega de las tierras de los enanos y del Imperio
Orco. Los trolls avanzan y las viejas ciudades de Enyai-Narok y Alzagoth están
mandando barcos a nuestro continente, confiados en que nuestras defensas no
podrán detenerlos. Un trabajo como éste, un análisis sociológico de la raza
guerrera de Thule, nos permitirá no sólo conocer al enemigo, sino también
entender las justificaciones históricas, verdaderas o no, que los mueven, una
vez más, al conflicto.
La sociedad troll ha recibido
poca atención no sólo en las últimas décadas – algo que ya resulta, de por sí,
preocupante – sino desde fines de la Tercera Era. Autores como Heródoto (89.II)
o el orco Mal’kuth Golgoth (185.III) fueron los últimos en tratar a los
habitantes de Thule, aunque en ambos casos, de manera poco objetiva. Los gnomos
han tenido conflictos con ellos desde hace milenios, y los orcos, cegados por
el poderío de la tribu Atai, los pintan siempre con una mezcla de alabanza y
envidia. Sin embargo, ambos casos son la excepción: los trolls, al menos en la
Academia, ni siquiera existen.
Hipótesis:
La historia troll se relegó en
Úrim porque consideramos que el silencio es mejor defensa que el conocimiento y
porque, en general, asumimos que los trolls son incapaces de pensamiento.
Preguntas de
Investigación:
1.
¿Por qué se
han invisibilizado tanto los guerreros Atai-Ájok en los últimos ciclos?
2.
¿A qué
riesgos reales nos enfrentamos cuando nos enfrentamos a ellos?
3.
¿Qué
barreras hay en Enyai-Narok que no nos permiten acercarnos a los trolls?
4.
¿Cuál es la
actitud de los urímacos con respecto a Thule?
Para este trabajo se
utilizaron los fragmentos de información que pude rescatar del libro La formación del Mundo (Anónimo, 25.IV),
a Heródoto (89.II), Mal’kuth Golgoth (185.III) y el ensayo
sociológico del Padre de la Academia, Snefru (1740.IV), titulado Fronteras del Mar y de la Guerra: La
división perpetua entre Thule y Úrim. Se revisaron las cartas que mandó el
capitán Lynch (1756.IV) a Enyai-Narok, cuando se restructuraron las rutas
comerciales entre los continentes.
La
principal idea de Heródoto (89.II) es que los trolls y el resto de las razas de
Úrim son incompatibles; una idea que se ha venido repitiendo, incesantemente, desde
hace más de tres mil ciclos. Autores como Snefru (1740.IV) no sólo refuerzan la
idea con sus tratados, sino que hacen cada vez más grande la brecha. Éste, en
particular, nos dice que:
Los
trolls no debieron llegar a Úrim. Durante mil ciclos han invadido la Costa de
Marfil con la intención de restaurar lo que alguna vez fue la ciudad de
Briyumba. No sólo eso; también el último bastión de los ẹja ha redoblado sus
esfuerzos por conectar con los pantanos del Este. Y yo les digo, no debemos
permitirlo. A pesar de los esfuerzos de Lynch en los últimos ciclos, la
Academia se mantendrá firme en su guerra en el mar. Los Legatus orcos han hecho
un excelente trabajo en la frontera occidental del Gran Mar Océano —algo que,
de cierta manera paga el error del infame Yog-Murosh—, y con apoyo de las
fuerzas madrileñas y de Toledo, no debemos preocuparnos por una nueva invasión
troll en muchas décadas. (p.51).
La postura de Snefru, por
cierto, no es extraordinaria. En muchos de los textos producidos por la Tercera
Corte de la Academia, la actitud general hacia el pueblo del Este es la misma.
Gnomos, humanos, elfos, orcos, todos parecen repetir la misma idea una y otra
vez. Los únicos que parecen tenerles algo de respeto dadas las circunstancias
extraordinarias de la Segunda Era son los Enanos, y aún ellos no pueden evitar
las palabras de desdén de vez en cuando. Y, como nos recuerda Mal’kuth Golgoth
(185.III, p.40), hay razones históricas. La devastación de la Segunda Era,
aunada a la fabricación de armas de guerra como los Escorpiones y los
Oleópodos, así como la militarización constante durante la Tercera y principios
de la Cuarta Era y las constantes batallas en el Mare Nostrum de Hiva, son
resultado directo de una belicosidad desenfrenada. Algunos autores como Hernando
de Córdoba (1627.IV, p.41-50) aseguran que la regeneración anormal de los
trolls puede estar afectando su capacidad cognitiva: con un cuerpo que se cura
de toda herida que se le haga y que, además, está privado de la luz solar
natura, es lógico pensar que los cerebros de los trolls se quedan estancados en
un estado primitivo muy similar al infantil. Este estado, sigue de Córdoba,
explicaría por qué los trolls son incapaces de emociones complejas, como el
amor, y por qué en Úrim no se conoce una sola pieza de literatura o ciencia
proveniente de Enyai-Narok.
A pesar de tener tanta
información en contra, — quiero aclarar que casi el 90% de la bibliografía
anexada en este trabajo lo dice— hay un par de autores que no sólo dicen que
estamos equivocados desde la concepción misma que tenemos de los trolls, sino
que, además, es probable que sean culturalmente superiores a todos nosotros,
incluyendo a los elfos (Odinsson, 15.III, p.140). Lo que busco con este trabajo
es demostrar que Odinsson tenía algo de razón, y para ello intentaré unir los
fragmentos de información que quedan desperdigados en las bibliotecas de Úrim.
El único que ha hablado a favor de los trolls, gracias a una convivencia muy
cercana con ellos, es el ya muy repudiado al-Sarrás (1816.IV, p.220), que
asegura en el controversial libro Las
Guerras Troll que nosotros somos
los incapaces de entenderlos a ellos,
y no al revés.
Úrim descubrió, no sin mucho
dolor, que los trolls no son una raza débil. Desde la invasión en la Segunda
Era hasta los más recientes conflictos en el Gran Mar Océano, pasando por la
devastación de Ashbury en Hiva y las múltiples veces que los gnomos han
solicitado refuerzos en Thule, está claro que la guerra está en las venas de
estos seres. Los primeros registros decían de ellos que “[…] eran grandes,
fuertes, y se transformaban en piedra con el sol. Venían corriendo y aullando,
y ni nuestras máquinas de guerra ni nuestros soldados parecían capaces de
ahuyentarlos (Al-Hayek, 71.II, p.37)”. A pesar de los esfuerzos conjuntos de
nuestros antepasados, los eventos de las Dos Eras pasadas jugaron, de cierta
manera, siempre a favor de las tribus Atai y Ájok, y la destrucción de Meberé,
la ciudad-santuario de Thule sólo vino a empeorar las cosas. Perder un cúmulo
social tan importante es difícil; la masacre de un centro religioso, político y
cultural, es imperdonable. Y lo cierto es que la destrucción de la ciudad santa
no sólo pasó desapercibida en la mayoría de Úrim; se sabe que, con la llegada
de los Señores Dragones durante la Tercera Era, este acontecimiento, que debió
haber cimbrado las raíces de la ciudad arbórea de Iunu-Ra no fue, siquiera, un
tema político. La principal prueba de esto es que ni Ramsés IV (250.IV), que
decía estar más o menos del lado de los trolls (p.16), ni el gran aliado de
Enyai-Narok, el capitán granadino Nadir ibn-Betel (314.IV) reportaron el
evento. Una omisión así de grande, desde mi punto de vista, responde a un
problema mucho mayor, enraizado en la mente de los urímacos desde la
destrucción de Kizad en la Segunda Era: los trolls, a pesar de su poderío y su
figura erguida, sus dos piernas, pulgares y brazos, no se pueden, ni se deben,
considerar humanoides[1]
completos.
Este prejuicio va más allá, sin embargo, de si se
escribió un renglón o no sobre la masacre de Meberé — cosa que, por cierto, ya
habla bastante. Lo que me llama la atención, como miembro honorario de la
Academia, es que han sido la única raza a la que se le ha enfrentado con los
dragones con completa alevosía. Nadie, ni siquiera en la Tercera Era, cuando
los Coatliquetzales de los tenochcas se rebelaron, ni cuando se descubrieron
las horribles consecuencias de extraer la esencia de los Elementales en la Gran
Forja de Runas; ni siquiera cuando los orcos y los granadinos se unieron para
crear tormentas de fuego y rayo para detener los constructos enanos, nunca,
jamás, a nadie se le enfrentó de manera tan terrible con los dragones. Y a
finales de la Tercera Era Temprana, cuando los cristales Lys de los enanos se
levantaban en el cielo gracia a la tecnología prohibida de los gnomos,
decidimos que los trolls eran ideales para probar qué tan lejos podían llegar
Alioth y Mijmara, dos de los dragones más poderosos de la primera categoría.[2]
La respuesta: muy lejos. Los trolls tardaron no un par de ciclos, ni cinco, ni
treinta: sólo las poderosas murallas de Enyai-Narok, el esfuerzo combinado de
las tribus enemigas y el constante sacrificio de arak’hai de Alzagoth logró
detenerlos —y aquí es donde estriba mi mayor conflicto— tres generaciones
después. Tres generaciones. Cien ciclos. Odinsson (15.III, p.44) nos había
advertido ya desde principios de la Tercera Era que los Emperadores del Segundo
Imperio estaban buscando cómo romper lazos con los arak, pero de eso a
considerar que lanzar un ataque de dragones sobre ellos era la única vía clara
para silenciarlos, hay varios niveles de diferencia. Y quiero resaltarlo, a
pesar de que la Academia y Mekanikéia lo vean con malos ojos: Los ataques de la
Tercera Era estaban pensados como guerras de exterminio.
¿Y qué
dijeron los trolls?
Nada. Ellos
sabían que habían destruido partes de Úrim casi mil ciclos antes, y cuando les
llegó a ellos la hora de pagar, lo hicieron con la frente en alto. De Córdoba
(1627.IV), contemporáneo de Luis de Góngora, dice que “Se lo tenían merecido
(p.102).” Snefru (1501.IV) lo dice sin miramientos: “Los trolls son, desde la
Segunda Era, un lastre. Estoy convencido de que sería mejor exterminar a los
trolls de Thule para poder reclamar sus tierras y recursos para la gloria de la
Academia (p.3).” Está claro que su postura se ha hecho un poco más blanda con
los ciclos, pero no deja de creer que Thule es tierra desperdiciada. Un caso
más, recuperado por Melville (1851.IV): el hundimiento de los balleneros Essex y Pequod. Melville asegura que los balleneros poseían una tripulación
de esclavos troll[3](p.14),
y al-Sarrás (1817.IV) añade más datos: los balleneros salieron manejados por
imbéciles que prefirieron utilizar tripulaciones dispensables por si algo salía
mal (p.88). Estamos todos en el acuerdo de que ésa era la práctica más común
hace sesenta ciclos, y más cuando Moby Dick rondaba las aguas del Gran Mar
Océano, pero el punto es el mismo: que lo hayamos hecho no lo justifica.
¿A qué quiero llegar con esto?
Tengo dos objetivos claros: El primero, es muy evidente, es hacer un llamado de
atención para los urímacos: estamos tratándolos como creemos que ellos nos
trataron – de cierta manera, mi hipótesis de que buscamos defendernos a través
del silencio es errónea, pero encontré algo más interesante: callamos lo que no
nos conviene que sepan los demás pueblos de Úrim. Los datos sólidos que nos ha
aportado Thule desde el principio de nuestra relación como vecinos de lado a lado
del Gran Mar Océano son claros: Los trolls tratan a Úrim como otros trolls
porque nos respetan. Nos tienen en tan alta estima que, durante la guerra,
pelean con un fervor que sólo se les conoce en contra de sus enemigos más
poderosos. La invocación de Mijmara les movió algo: por primera vez en toda la
historia de Úrim, se sintieron débiles, y no les gustó. Por desgracia para
Úrim, la llegada de los Señores Dragones a Thule causó algo peor: las tribus
rivales se unieron y ya no existen los Ogun
Olori Ájok y Atai, sino el conglomerado Atai-Ájok, una pared que es, a
todas luces, indestructible. Y reitero: nosotros tenemos la culpa de las
mega-barcazas de guerra que azotan el Gran Mar Océano. El segundo objetivo de
este trabajo fue hacer un llamado de atención: estamos perdiendo nuestras almas
por intentar combatir a nuestros enemigos. La necromancia de la Primera Era se
repudió por el dolor que le trajo al mundo, pero con la llegada de los trolls,
permitimos las monstruosidades de hueso que aún recorren las dunas de arena del
Sharran; con tal de exterminar a los trolls, les lanzamos dragones, bestias que
son capaces de arrastrar placas tectónicas si quisieran. Ojo, Úrim: te estás
transformando en el monstruo que querías detener.
·
Heródoto,
La Llegada del Enemigo, La Academia,
Iunu-Ra, Ciclo 89, Segunda Era, p. 32.
·
Mal’kuth
Golgoth, “Armas Orgánicas” en La Guerra
en Úrim Durante la Tercera Era, La Academia, Mares Anthal, Ciclo 185,
Tercera Era, pp. 38-102.
·
Melville, Herman, Notas Sobre los
Balleneros, La Academia, Nantucket, Ciclo 1851, Cuarta Era.
·
Al-Sarrás, Baltasar, Las Guerras
Troll, Editorial y País desconocidos, Ciclo 1817, Cuarta Era, p.220.
·
Odinsson,
Sindre IV, Conociendo al Adversario,
La Academia, Skølsgarde, Ciclo 15, Tercera Era.
·
Snefru,
Fronteras del Mar y de la Guerra: La
división perpetua entre Thule y Úrim, La Academia, Iunu-Ra, Ciclo 1750,
Cuarta Era.
·
Anónimo, La formación del Mundo,
Editorial y País desconocidos, Ciclo 25, Cuarta Era.
Lynch, Davey, Abraham
Lynch, Cartas de mi Abuelo, el Traidor, La Academia, Granada, Ciclo 1756,
Cuarta Era.
[1]
El término “humanoide” se utilizó por primera vez en el tratado Definiendo Úrim: Qué une tan diversas
otredades (Frankl, 1675.IV).
[2]
Se Nahr, el Destructor, se salió de control e invocó a los Guardianes oscuros
Yog-Sothot y Nut, y después de eso, la magia se suprimió absolutamente de Úrim.
Me interesa resaltar que Nahr atacó Iunu-Ra, Skølsgarde, Granada, y que sus
efectos se sintieron en toda la parte occidental del mundo; léase, se sintieron
en nuestras tierras. Todo cuanto les pasa a los trolls, o todo cuanto les ha
pasado hasta ahora, nos es irrelevante.
[3]
Recordemos, sólo con el afán de ser lo más objetivo posible, que los pocos
amigos que llegó a tener la raza de gigantes en Úrim los traicionaron cuando
descubrieron la receta del veneno Fẹnuko
ti Iku, que inhibe la regeneración de los trolls y que, además, los hace
entrar en un estado de sopor que no puede deshacerse mas que con el antídoto.
Una vez más, en Úrim no es posible conseguir dicho antídoto porque en Úrim nos
interesa tener soldados y mano de obra barata, no humanoides, porque no podemos
controlarlos. La falta de control genera miedo, y así, hasta que llegó el beso
de la muerte, vivimos con miedo durante casi tres milenios.