Después de varios meses de abandono, retomo el blog. Esta vez pongo algo de lo que he estado leyendo más recientemente: las Soledades.
CORO I
«Ven, Himeneo, ven donde te espera
con ojos y sin alas un Cupido,
cuyo cabello intonso dulcemente
niega el vello que el vulto ha colorido:
el vello, flores de su Primavera,
y rayos el cabello de su frente.
Niño amó la que adora adolescente,
villana Psiques, Ninfa labradora
de la tostada Ceres. Ésta, ahora,
en los inciertos de su edad segunda
crepúsculos, vincule tu coyunda
a su ardiente deseo.
Ven, Himeneo, ven; ven, Himeneo.»
CORO II
«Ven, Himeneo, donde, entre arreboles
de honesto rosicler, previene el día,
—aurora de sus ojos soberanos—
virgen tan bella, que hacer podría
tórrida la Noruega con dos Soles
y blanca la Etïopia con dos manos.
claveles del Abril, rubíes tempranos,
cuantos engasta el oro del cabello,
cuantas —del uno ya y del otro cuello
cadenas— la concordia engarza rosas,
de sus mejillas, siempre vergonzosas,
purpúreo son trofeo
Ven, Himeneo, ven; ven, Himeneo.»
CORO I
«Ven, Himeneo, y plumas no vulgares
al aire los hijuelos den alados
de las que el bosque bellas Ninfas cela;
de sus carcajes, éstos, argentados,
flechen mosquetas, nieven azahares;
vigilantes aquéllos, la aldehuela
rediman del que más o tardo vuela,
o infausto gime, pájaro nocturno;
mudos coronen otros por su turno
el dulce lecho conyugal, en cuanto
lasciva abeja al virginal acanto
néctar le chupa Hibleo.
Ven, Himeneo, ven; ven, Himeneo.»
CORO II
«Ven, Himeneo, y las volantes pías,
que azules ojos con pestañas de oro
sus plumas son, conduzgan alta diosa,
gloria mayor del soberano coro.
Fíe tus nudos ella, que los días
disuelvan tarde en senectud dichosa;
y la que Juno es hoy a nuestra esposa,
casta Lucina —en lunas desiguales—
tantas veces repita sus umbrales,
que Níobe inmortal la admire el mundo,
no en blanco mármol, por su mal fecundo,
escollo hoy del Leteo.
Ven, Himeneo, ven; ven, Himeneo.»
CORO I
«Ven, Himeneo, y nuestra agricultura
de copia tal a estrellas deba amigas
progenie tan robusta, que su mano
toros dome, y de un rubio mar de espigas
inunde liberal la tierra dura;
y al verde, joven, floreciente llano
blancas ovejas suyas hagan, cano,
en breves horas caducar la hierba;
oro le expriman líquido a Minerva,
y —los olmos casando con las vides—
mientras coronan pámpanos a Alcides
clava empuñe Lieo.
Ven, Himeneo, ven; ven, Himeneo.»
CORO II
«Ven, Himeneo, y tantas le dé a Pales
cuantas a Palas dulces prendas esta
apenas hija hoy, madre mañana.
de errantes lilios unas la floresta
cubran: corderos mil, que los cristales
vistan del río en breve undosa lana;
de Aracnes otras la arrogancia vana
modestas acusando en blancas telas,
no los hurtos de Amor, no las cautelas
de Júpiter compulsen: que, aun en lino,
ni a la pluvia luciente de oro fino,
ni al blanco cisne creo.
Ven, Himeneo, ven; ven, Himeneo.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario