Dejo un dibjuo que hice hace 6 años. Está basado en el Troll Headhunter de Warcraft 3.
De esas cenizas, fénix nuevo espera;
Mas con tus labios quedn vergonzosos
(que no compiten flores a rubíes)
y pálidos, después, de temerosos.
Y cuando con relámpagos te ríes,
de púrpura, cobardes, si ambiciosos,
marchitan sus blasones carmesíes.
Francisco de Quevedo
(que no compiten flores a rubíes)
y pálidos, después, de temerosos.
Y cuando con relámpagos te ríes,
de púrpura, cobardes, si ambiciosos,
marchitan sus blasones carmesíes.
Francisco de Quevedo
martes, 11 de noviembre de 2014
domingo, 2 de noviembre de 2014
XV - Estrofa descartada
Sé
que puedo hablarte del fuego,
de
cómo crecen los árboles,
de
cómo le puedes hacer para mirar bien las estrellas
y
navegar el mundo en las noches de lluvia.
Puedo
decirte qué es el mar
y
qué hay al fondo de tus ojos negros;
seguir
la línea de tu cabello
y
ver si llega hasta hacerse de noche.
jueves, 9 de octubre de 2014
Los días más lentos - VII
Algún día de éstos me pegaré un balazo en la pierna
a ver si así me dan ganas de moverme,
de despertar distinto,
de despertar con más vida en cada dedo.
A ver si así dejo de ser cristal opaco
y si así se pintan de rojo mis soles
y mis días
y mis letras.
Algún día lo haré, pero hoy no tengo ganas.
Hoy es día de estar tendido boca arriba
y ver cómo las grietas se hacen más grietas
y el trabajo más peso
y cómo el peso se hace menos peso.
Hoy sólo tengo ganas de dejar ir el día;
no de morir; sólo de no vivir hoy.
Vivir sin conciencia ni mente de mí unas horas,
apagar todo este estruendo que pienso
y que es como estar parado
frente a un batallón de fusilamiento.
miércoles, 8 de octubre de 2014
Los días más lentos - X
En espiral de mí, en una idea
que crece y crece de sí misma;
en un camino igual pero más grande
que lleva siempre al mismo sitio;
en una ciudad de muros, lama y rocas grises;
En una vida de no ver más allá del suelo
a tres veces de lo mismo, lo mismo,
lo mismo a cada paso;
a cada caer de hojas;
a cada mirada en silencio;
a cada batir de alas, cada perro, cada silla,
a cada hablar de ti;
a cada morirme al hablar de ti;
a estos veintitantos años de no saber qué soy yo;
de amar las estrellas y no saber para qué,
de no saber, sordo y ciego,
de qué sirve tanta tormenta y tanto desespero.
En este asedio constante de mí;
en esta mucha conciencia que me dobla las manos
y sube en humo oscuro a mis ojos;
en esta muerte que pasa por encima
una y otra vez.
Una y otra vez.
Y este grito de miedo.
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