De esas cenizas, fénix nuevo espera;

Mas con tus labios quedn vergonzosos
(que no compiten flores a rubíes)
y pálidos, después, de temerosos.

Y cuando con relámpagos te ríes,
de púrpura, cobardes, si ambiciosos,
marchitan sus blasones carmesíes.


Francisco de Quevedo


miércoles, 18 de mayo de 2016

Nota 1: Por qué la fantasía/ el género fantástico


Cuando, a mediados del siglo pasado, Tolkien lanzó su (ahora) muy conocida serie "El Señor de los Anillos", la fantasía se entedía, según él, como "lo relacionado a los cuentos de hadas." Tiene, de hecho, un ensayo titulado "sobre los cuentos de hadas", en donde los define como instrumentos válidos para retratar otras partes de la realidad. Define a "Fantasía" como una tierra donde existen además de gnomos, enanos, dragones y gigantes también tierras, mares, lagos, montañas.
La creación de un mundo completo, con todo y su economía, su religión, sus razas, historias, tradición, guerras, política, héroes y traidores; la cristalización de estos seres es sólo posible si vemos y entendemos el mundo real. Esta es, pues, para mí, la principal virtud del género. Un género que además no posee estudios académicos aún por considerarse todavía ingenuo, infantil, evasivo.

Entiendo que hablar de orcos, hadas, gigantes no suenta ni serio ni útil, pero hay que ver más allá del barniz de las cosas. Esta es la principal tarea de los humanistas. Si pareciera que la fantasía contemporánea (Warcraft, LOTR, Elder Scrolls, WarHammer, Game of Thrones) evade al mundo de 2016, tendríamos que revisar nuevamente estos mundos. Desde luego, conflictos y terrores como el ISIS, la caída de la URSS, la fragmentación casi completa de la Unión Europea, Hitler y los experimentos nazis, la guerra contra el terrorismo, el muro de la verguenza, no existen dentro de ellos -y se cree que sus autores eligen evitarlos-, lo cierto es que existen reflejos de esto dentro de toda la fantasía moderna.

Algunas razas representan pueblos; otras, ideales o vicios. Los orcos son la encarnación de la ira y la mecanización. Los enanos, al menos en NECROMANCIA son la ingenuidad, la pasión por la construcción, y es este pueblo que nunca ha visto un arma el que se ve orillado a apoyar a los humanos en un asedio. Y se topan de lleno con una carnicería.
La fantasía, para fines prácticos, es un crisol donde podemos experimentar a nuestras anchas. Los enanos regresarán a su tierra transtornados, dislocados del mundo. Será posible que los veteranos de guerra se reintegren a una sociedad que sigue en su infancia? Y no es este, acaso, un problema contemporáneo? Estadísticas de Estados Unidos nos dicen que cada semana se suicida un War Vet regresado de Irak. Los tratamientos de Post-Traumatic Stress Disorder no logran reintegrarlos. Se hacen grupos de ayuda entre ellos. Quieren saber que no están solos en el infierno de la guerra.
Este es sólo un ejemplo de muchos que podría poner. La cuestión, empero, sigue siendo la misma. La fantasía trata con otros nombres y otras caras problemas cotidianos. También es cierto, por otro lado, que los grados de seriedad o compromiso varían.

La siguiente nota tratará de por qué se eligieron las razas que se eligieron. Una vez más, aquí está el link de descarga de Amazon:
https://goo.gl/6dDf9z

lunes, 16 de mayo de 2016

Novela: Necromancia ya disponible en Amazon

Les comparto mi pefil de autor disponible en Amazon, donde también se encuentra el link a la novela de literatura fantástica, Necromancia.

Espero que les agrade!

martes, 3 de mayo de 2016

Carta del Autor al Lector (Prólogo a Necromancia)

Esta es la carta que escribe el académico Baltasar al-Sarrás como prólogo a Necromancia: La Primera Era. Ya está disponible el libro en formato digital en Amazon!

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Desocupado lector:

La tecnología, en la actualidad, se ha infiltrado en todos los aspectos de la vida sobre Úrim y me temo que mucho de lo que hay en estas páginas se tomará como charlatanería. Casi 2,000 ciclos han pasado desde la última vez que se vio a algún mago sobre la faz de Úrim. Sé que en muchos lugares se verá como broma, como un juego de un académico enloquecido por sus experimentos e indagaciones; por desgracia, sé que existen personas que lo tomarán horriblemente en serio y que intentarán desaparecer esta recopilación de sucesos una vez más; hacer como que nada de esto pasó. A ellos les digo: la ignorancia no puede proteger a los pueblos. Quien no conoce su historia está condenado a repetirla. Es mi deber como Hermano Mayor de la Academia el proporcionar esta versión de los hechos, que sin duda contrasta con la historia oficial enseñada a todos los pueblos.

Hubo un tiempo en que la magia que conocemos ahora, burla común de circos y teatros, dominó las colinas en tiempos del rey enano Skallargrim Einarsson Runnenseele, caído víctima de los acontecimientos de Gran Guerra, y atravesó las vértebras de las primeras Tres Eras. Los últimos gigantes, nacidos a fines de la Tercera y extintos ya, a pesar de sus esfuerzos por sobrevivir, fueron testigos de los últimos días de los Piromantes del sur. Los orcos recuerdan con orgullo las historias de las Legiones, aunque dudan, con razón, de la electromancia. Es de especial interés esto último. Aunque la historia pasada está corroída por cuentos de magia y se conocen grandes monumentos del pasado, la gente de hoy en día apenas cree que hayan existido poderes tan tremendos.

Durante más de cuarenta ciclos he visitado las bibliotecas de Iunu-Ra y Shurub’Gul, las más fiables después de la incendiada Biblioteca de Jotunheim, en la que sabemos se perdieron cientos de manuscritos que habían sobrevivido a las Eras, buscando datos que corroboren y perdonen lo escrito. Aquí recopilo, a grandes rasgos, las leyendas y los mitos de los pueblos, tratados con tanta seriedad como merecen.[1]

            Varios de los rumores locales han quedado descartados o por fantasiosos o por no poder comprobarse, como suele ser en el caso de los mitos, pero se anexan de igual manera, comprometiéndome así con la idea de que aún en ellos puede existir alguna base histórica; en especial y, aunque hay exageraciones en la caída de Lemuria, debí remitirme a los mitos que existen sobre ésta, pues son los únicos registros que se conservan. El resto se perdieron en Uruk con la llegada de los Destructores en la Tercera Era. El redescubrimiento de fragmentos de la Elegía de las Aguas en las ruinas de esta misma ciudad —que se rumoraba no existía hasta 1740— ha ayudado a muchos de mis compañeros a reconstruir los últimos días de los orcos de Muul-Kuth en la Primera Era y la cosmovisión de los atlantes.

Me temo que no he sido del todo objetivo[2] en la escritura de esta historia general de los sucesos del planeta que conocemos como Úrim. En ciertos capítulos le doy más relevancia a ciertos hechos de la que tal vez tuvieron en la historia de los continentes[3] y otros, por lo tanto, quedan minimizados. Varios de mis colegas me ayudaron a reducir la cantidad de errores a lo largo del texto, aunque sin conocimiento de lo que sería mi trabajo final. Muchos, incluso, me instaron a abandonarlo y hablaron de las posibles consecuencias tanto para la Tercera Sesión de la Academia, para mí y, en especial, para los urímacos. Pido disculpas a todos ellos, pues sé que habré traicionado la confianza de más de uno. Espero que los que me conocen personalmente sepan entender que me terminó dominando el impulso vital por dar a conocer los hechos como los contaba la gente antes de la Censura— evento del que, estoy seguro, sólo un par de ellos llegaron a tener noticia. Es innegable, por otro lado, que los descubrimientos de las ruinas de Lemuria, de la Forja del Éter y eventos similares a lo largo de nuestra Era hablarán mucho mejor si se les sitúa en el contexto apropiado.

He asumido muchos puntos de vista a lo largo de la redacción, y otro tanto los he descartado. A algunos pueblos, como a los enanos, les he reservado un lugar especial junto a mi corazón y me temo esto ha influido, aunque espero que poco, en cómo los presento ante el lector. He recogido parte de la Pérdida de Bael-Ungor que sobrevivió en las bibliotecas de los gigantes, que narran el exilio de los hijos de Ivaldir del corazón del reino de la piedra. El resto tuve que remendarlo con lo que se canta en las tabernas de Úrim. Qué tan fiel sea la reconstrucción a la obra compuesta por el skald enano Radsvinn Ivaldsson jamás podremos saberlo. Se ha actualizado la ortografía original, pero el resto del texto permanece inalterado. Muchos versos se han perdido con el pasar de los siglos, y nos ha llegado una versión bastante fragmentaria. Sólo el viento sabe lo que en verdad fuera escrito. 

No se canse mi mano
de tallar la [zozobra] que padeces;
no quede nunca ufano
quien cantare [tu] historia mil y un veces:
antes bien, quien, al verte
no se conduela, [espere llanto y] muerte.

Solos quedan, y mudos,
tus martillos; también solas tus forjas.
De coraza desnudos
y cargadas [de lágrimas] alforjas
dejamos tus umbrales
y exhumamos, con ello, nuestros males.

Bael-Ungor: Que Odín, tu padre
[…] nuestro, que […] mismo
[…] encuadre
tu [recuerdo]en su pecho, no […] abismo;
[…]
que se afija por ti como nosotros.

Que los orcos te lloren
como lloran los niños a sus madres;
que los ojos devoren
tus muros; que los [cánticos] taladres
con tu impuesto silencio,
con […] que presencio.

Que los hombres, de noche,
[fuego]no hallen que no fragüe tus runas;
[… brasa] derroche,
cual las estrellas suaves […]las lunas,
su [luz] sobre tu espalda;
su calor sobre de ónix tu guirnalda.

Que los gigantes todos
te lloren, [Bael-Ungor; que no] callen nunca;
que sus gimientes rodos
[canten tu gloria y que] no […] trunca
la canción que te erijan;
que lloren con nosotros, y se aflijan.

Que los elfos del Bosque
hagan callar al roble cuan tu himno
sus ramas desembosque;
que tu amargura, Bael-Ungor, llegue al crimno
con el  que hacen sus panes:
así sabrán llorar a nuestros clanes.

[Que no] pierdan tus torres
su plata y su oro, Bael-Ungor, ¡oh, perdida!;
jamás su brillo borres.
De [enano se quedó] cualquiera vida
a tus puertas. Tenemos
ahora red y sal y mar y remos.

            Publico este libro sabiendo que lo único que me espera es la muerte y, aunque no temo lo que pueda pasarme a mí, que he vivido más que muchos de mis contemporáneos, sí me preocupa que las Bibliotecas, confrontadas con la publicación y conservación de textos prohibidos desde fines de la Tercera Era, intenten deshacerse de ellos. Por fortuna, para cuando esta obra se dé a conocer, muchos de ellos ya no se encontrarán en las salas de Toledo, ni entre los pasillos de Shurub’Gul, ni en aquellos cerros que tanto asilo les dieron bajo la custodia de los enanos.

Hablo aquí de la historia de Úrim que varios Cortes y Sesiones de la Academia habían acordado era mejor olvidar y, como verdadero académico, tuve que empezar desde el principio: qué es un ciclo, el nombre de los meses, la geografía y lo que se sabe, hasta ahora, de la magia y los gigantes. Muchos de los nombres que se habían fugado de la memoria han vuelto al mundo para recordar su advertencia: no debemos jugar con poderes que no comprendemos. Las condiciones actuales en Antikythera y el resto de las regiones de Muspel, Utgard, Vinland y las tierras de Tule me han incitado a ello. En todo caso, el tiempo dirá si me equivoqué o no al obrar de esta manera.

Espero que los Guardianes ayuden a Úrim a salvarse del camino de la perdición por el que se ha conducido desde fines de la década pasada. Mi deseo, a fin de cuentas, es que este texto sea una advertencia. Soy un hombre viejo. Estoy cansado. A lo largo de mi vida he visto cómo se fractura, una vez más, la estabilidad del planeta. Moriré sin ilusión alguna de que el mundo conozca la paz, aunque con un deseo ferviente de ello, y sé que la prosperidad futura estará cimentada sobre los cadáveres mío y de las generaciones por venir. En esta obra se juntan mi vida, mi trabajo y mi paso por la tierra. Y con esto, Kósmon de salud, y a mí no me olvide. VALE.

Baltasar al-Sarrás, ciclo 105
Tercera Sesión de La Academia, Toledo
Redactado en Granada
Ciclo 1857 de la Cuarta Era


[1] Dicen algunos de mis colegas que “Todo es veneno y nada lo es. La diferencia está en la dosis.” Por ello entiendo, claramente que, aunque las leyendas son sólo en parte ciertas, una dosis tienen de verdad y constituyen un buen número de las reliquias del pasado que se preservan. Si se toman como verdad absoluta se envenena el alma —y peor aún, el conocimiento— tanto como ignorarlas por completo. El prudente sabrá distinguir qué dosis es adecuada creerle a cada leyenda, a cada historia, a cada canto de taberna. 

[2] La objetividad, por más que busque ser neutra, siempre dará preferencia a cierta versión. Una descripción se elegirá sobre otra, por más bella o por menos falsa, pero lo cierto es que la información habrá pasado un proceso de discriminación previo, y como discriminación, favorece cierta construcción, algunos nombres, pocas fechas.

[3] Aunque en gran parte de la Primera Era me refiero a Úrim como un solo continente, los eventos de las Eras posteriores acabarían fragmentando la alguna vez tierra única en seis continentes, que conservan los nombres de las regiones del pasado: Vinland, Eisgrind, Iunu-Ra, Utgard, Midgard y Thánatos; además, varios más se descubren durante la Segunda Era.