De esas cenizas, fénix nuevo espera;

Mas con tus labios quedn vergonzosos
(que no compiten flores a rubíes)
y pálidos, después, de temerosos.

Y cuando con relámpagos te ríes,
de púrpura, cobardes, si ambiciosos,
marchitan sus blasones carmesíes.


Francisco de Quevedo


miércoles, 8 de julio de 2009

Los últimos días del sitio de Tenochtitlán

Traducción de Ángel Ma. Garibay

Y todo esto pasó con nosotros.
Nosotros lo vimos.
Nosotros lo admiramos.
Con esta lamentosa y triste suerte
Nos vimos angustiados.
En los caminos yacen dardos rotos,
Los cabellos están esparcidos,
Destechadas están las casas,
Enrojecidos tienen sus muros.

Gusanos pululan por calles y plazas,
Y en las paredes están salpicados los sesos.
Rojas están las aguas, están como teñidas,
Y cuando las bebimos,
Es como si bebiéramos agua de salitre

Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe,
Y era nuestra herencia una red de agujeros.
Con los escudos fue su resguardo,
Pero ni con escudos puede ser sostenida su soledad.
Hemos comido palos de colorín,
Hemos masticado grama salitrosa,
Piedras de adobe, lagartijas,
Ratones, tierra en polvo, gusanos...

Se nos puso precio,
Precio del joven, del sacerdote,
Del niño y de la doncella.
Basta: de un pobre era el precio
Sólo dos puñados de maíz,
Sólo diez tortas de mosco;
Sólo era nuestro precio
Veinte tortas de grama salitrosa.
Oro, jade, mantas ricas,
Plumajes de quetzal,
Todo eso que es precioso,
En nada fue estimado..."

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