De esas cenizas, fénix nuevo espera;

Mas con tus labios quedn vergonzosos
(que no compiten flores a rubíes)
y pálidos, después, de temerosos.

Y cuando con relámpagos te ríes,
de púrpura, cobardes, si ambiciosos,
marchitan sus blasones carmesíes.


Francisco de Quevedo


martes, 7 de junio de 2011

Soledad primera (coros) - Luis de Góngora

Después de varios meses de abandono, retomo el blog. Esta vez pongo algo de lo que he estado leyendo más recientemente: las Soledades.


CORO I

«Ven, Himeneo, ven donde te espera

con ojos y sin alas un Cupido,

cuyo cabello intonso dulcemente

niega el vello que el vulto ha colorido:

el vello, flores de su Primavera,

y rayos el cabello de su frente.

Niño amó la que adora adolescente,

villana Psiques, Ninfa labradora

de la tostada Ceres. Ésta, ahora,

en los inciertos de su edad segunda

crepúsculos, vincule tu coyunda

a su ardiente deseo.

Ven, Himeneo, ven; ven, Himeneo.»


CORO II

«Ven, Himeneo, donde, entre arreboles

de honesto rosicler, previene el día,

—aurora de sus ojos soberanos—

virgen tan bella, que hacer podría

tórrida la Noruega con dos Soles

y blanca la Etïopia con dos manos.

claveles del Abril, rubíes tempranos,

cuantos engasta el oro del cabello,

cuantas —del uno ya y del otro cuello

cadenas— la concordia engarza rosas,

de sus mejillas, siempre vergonzosas,

purpúreo son trofeo

Ven, Himeneo, ven; ven, Himeneo.»


CORO I

«Ven, Himeneo, y plumas no vulgares

al aire los hijuelos den alados

de las que el bosque bellas Ninfas cela;

de sus carcajes, éstos, argentados,

flechen mosquetas, nieven azahares;

vigilantes aquéllos, la aldehuela

rediman del que más o tardo vuela,

o infausto gime, pájaro nocturno;

mudos coronen otros por su turno

el dulce lecho conyugal, en cuanto

lasciva abeja al virginal acanto

néctar le chupa Hibleo.

Ven, Himeneo, ven; ven, Himeneo.»


CORO II

«Ven, Himeneo, y las volantes pías,

que azules ojos con pestañas de oro

sus plumas son, conduzgan alta diosa,

gloria mayor del soberano coro.

Fíe tus nudos ella, que los días

disuelvan tarde en senectud dichosa;

y la que Juno es hoy a nuestra esposa,

casta Lucina —en lunas desiguales—

tantas veces repita sus umbrales,

que Níobe inmortal la admire el mundo,

no en blanco mármol, por su mal fecundo,

escollo hoy del Leteo.

Ven, Himeneo, ven; ven, Himeneo.»


CORO I

«Ven, Himeneo, y nuestra agricultura

de copia tal a estrellas deba amigas

progenie tan robusta, que su mano

toros dome, y de un rubio mar de espigas

inunde liberal la tierra dura;

y al verde, joven, floreciente llano

blancas ovejas suyas hagan, cano,

en breves horas caducar la hierba;

oro le expriman líquido a Minerva,

y —los olmos casando con las vides—

mientras coronan pámpanos a Alcides

clava empuñe Lieo.

Ven, Himeneo, ven; ven, Himeneo.»


CORO II

«Ven, Himeneo, y tantas le dé a Pales

cuantas a Palas dulces prendas esta

apenas hija hoy, madre mañana.

de errantes lilios unas la floresta

cubran: corderos mil, que los cristales

vistan del río en breve undosa lana;

de Aracnes otras la arrogancia vana

modestas acusando en blancas telas,

no los hurtos de Amor, no las cautelas

de Júpiter compulsen: que, aun en lino,

ni a la pluvia luciente de oro fino,

ni al blanco cisne creo.

Ven, Himeneo, ven; ven, Himeneo.»

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