De esas cenizas, fénix nuevo espera;

Mas con tus labios quedn vergonzosos
(que no compiten flores a rubíes)
y pálidos, después, de temerosos.

Y cuando con relámpagos te ríes,
de púrpura, cobardes, si ambiciosos,
marchitan sus blasones carmesíes.


Francisco de Quevedo


martes, 13 de abril de 2010

A Roma, sepultada en sus ruinas

Haré un pequeño recorrido a través del poema; no es, evidentemente, la única interpretación y mucho menos pretendo que sea un análisis: es sólo como veo yo lo que se expresa.

Buscas en Roma a Roma , ¡oh peregrino!
y en Roma misma a Roma no la hallas;
cadáver son las que ostentó murallas
y tumba de sí propio el Aventino.

Yace donde reinaba el Palatino;
y limadas del tiempo, las medallas
más se muestran destrozo a las batallas
de las edades que blasón latino.

Sólo el Tibre quedó, cuya corriente,
si ciudad la regó, ya sepultura,
la llora con funesto son doliente.

¡Oh Roma! En tu grandeza, en tu hermosura
huyó lo que era firme, y solamente
lo fugitivo permanece y dura.

El primer verso hace un juego de palabras: Buscas a la ciudad de Roma en el territorio que antaño ocupara el Imperio, pero en éste no logras encontrarla. En sí misma, en su propio territorio es donde puedes encontrar a Roma, pero no en el esplendor que esperas.

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