De esas cenizas, fénix nuevo espera;

Mas con tus labios quedn vergonzosos
(que no compiten flores a rubíes)
y pálidos, después, de temerosos.

Y cuando con relámpagos te ríes,
de púrpura, cobardes, si ambiciosos,
marchitan sus blasones carmesíes.


Francisco de Quevedo


viernes, 16 de abril de 2010

Silva

Dejo una parte de un poema "culterano" que estoy apenas armando... cuando le agregue más lo subo. Está basado en mitología nórdica, casi todo extraído de las Eddas.


Ofrece, eterno, altivo,
—encarnación, no túmulo ni pira;
creación, que no despojo del gigante
que de Audhumla alabastro bebió líquido,
o luz fundida, que en torrentes mana
la de ígneo corazón y ubre de hielo—
al fuego el pecho el árbol de la vida,
cuyo tronco es el eje de la tierra,
cuyos brazos sostienen,
si no del fresno y olmo,
sí, a del cosmos artífices trillizos;
—el de gloria mayor empuña a Gungnir—
de estribo sirve al sempiterno trono
que por ornato ostenta las estrellas;
—engarzadas en los cielos, chispas
de ígnea ralea ora descendidas;
ora, de helados orbes, remanentes
cristales que atesora el firmamento—
do, de Odín de la mente ojos ambos,
si no en de Ymer en pilares cuatro,
por cuatro enanos sostenido cráneo,
sí, a su antojo, celeste esfera surcan
de Skidbladnir el vuelo superando;
presentes, en memoria y pensamiento,
que uniéronse a la runa en sacrificio;
que más fiera cadena,
con de la Tierra entrañas, no de bestias,
forjada, ató que a Fenris,
y más que a Tyr costó tan alta ciencia,
pues si éste, manco, en guerra sale ovante,
sólo un lucero blasonando el otro
—único, sí, por Mimir
ungido, ya en el agua de su pozo,
ya entre la sangre del guardián y propia—
a Mannaz paga vasallaje, y dueño,
en realidad, de quien de esclavo trátalo,
las nueve ramas de Yggdrasill regenta.

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